Maestro bueno, maestro malo: 1ra parte

                                                                                    Maestro malo.

Ser maestro no debe ser fácil, los tiempos cambian y lo que antes se solucionaba con un jalón de pelo hoy puede resultar en una demanda, violación a los derechos humanos y la desaprobación pública.

Lo cierto es que los niños también cambiaron y es una gran reto encontrar un método que evite lastimar la salud mental y física de los menores que los eduque y discipline al mismo tiempo.

Hay profesores que lo logran. Otros no. Algunos ni lo intentan y regresan a la vieja usanza.

A ello no debería dárseles el día, o trabajo.

A continuación un alista de maestros (de lo cuales no escribiré nombre) que no merecen el día.

Maestra de 3er grado de primaria que lanzaba el borrador del pizarrón contra la cabeza de cualquier niño que según su criterio susurraba, aunque a veces sólo era su conciencia. Lo peor del caso es que en aquellos años tenía muy buena puntería.

Maestro de inglés de 2do semestre de prepa que no sabía pronunciar. Nunca pasamos del nivel básico, además era (o sigue siendo) pervertido. Gustaba de observar chicas con busto prominente aún con cuello de tortuga.

Maestro de español de 2do y 4to semestre de español. No había tanto problrma en que fuera malhablado aún cuando su encomienda era enseñarnos a usar más palabras. Tampoco lo era que para él todo se redujera a las partes íntimas femeninas. Tampoco que nos amenazara con reprobar al que lo había delatado por su soez vocabulario. Lo malo del asunto fue que se molestó como si lo que se decía de él fuera mentira, aunado al hecho, ofreció 20 puntos extra de calificación final al que le entregara la cabeza del delator. Era la preparatoria, no el Bronx de la películas.

Maestro corrupto de la clase de filosofía: Su clase no era la mejor del semestre, pero tampoco la peor, así que me pareció tonto cuando un compañero la reprobó. Más ridículo cuando me contó que había sobornado al profesor y que éste había aceptado. Pero los descubrieron gracias a un maestro que sospechaba de la acción y los acechó por un buen rato hasta que aguó el plan. Aún así, la intención es la que cuenta.

Y así hasta el infinito, maestros de acciones reprobables (y estas son de las más ligeras) que la única razón por la cual merecen ser mencionados es para ser denunciados por sus hábitos.

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